mercredi 24 octobre 2012

¿Cómo el Partido Revolucionario Cubano negoció la intervención Norteaméricana en Cuba?

Este artículo reproduce fragmentos de la ponencia titulada Diplomacia cubana e intervención norteamericana en la Guerra de 1895. Escrita por el doctor Yoel Cordoví Núñez. Fue publicado por el Instituto de Historia de Cuba y el portal educativo cubano

La Legación Cubana y la diplomacia 


La búsqueda del apoyo internacional a la revolución fue una de las tareas prioritarias en su fase organizativa; también, en su ejecución. Los trabajos de José Martí, encaminados a lograr con los "pueblos amigos" las relaciones que tendieran a "acelerar con la menor sangre y sacrificios posibles el éxito de la guerra y la fundación de la nueva república",1 estaban entre las prioridades emprendidas por el Maestro, ya fuese de forma directa o por medio de comisionados: "Grande y constante es el socorro que el Delegado espera abrir en los pueblos americanos...",2 así expresaba a los presidentes de los clubes del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en el Cuerpo de Consejo de Cayo Hueso. 

Como un "deber de conservación nacional" consideraba la atención que debía prestársele a las relaciones con Estados Unidos, imposibles de obviar, tanto por su cercanía, número de emigrados cubanos, centro donde radicaba la dirección del Partido, así como por las pretensiones expansionistas sobre los pueblos de América Latina, avizoradas por él desde fecha temprana. La independencia de Cuba y Puerto Rico, según el Delegado, sólo estaría garantizada cuando el pueblo norteamericano conociera y respetara los méritos y capacidades de los habitantes de estas islas. El peligro estaba latente: "... se correría gran riesgo si no se lograse mover a efecto y consideración al pueblo y gobierno de los Estados Unidos."3

Una vez iniciada la guerra y establecida la Delegación Plenipotenciaria , esta mantuvo la cuestión de la diplomacia entre sus líneas de acción principales. Las agencias y la Legación Cubana en Washington fueron las estructuras encargadas de desempeñar tales funciones, apoyados en todo momento por los clubes y Cuerpos de Consejos del PRC. 
(...)
Si bien los ejes Filadelfia-Nueva York y Washington-Nueva York, marcaban el ritmo de los esfuerzos diplomáticos, las agencias ubicadas en otras ciudades, como Boston, Texas e Illinois, también trabajaron con el objetivo de cumplir con uno de los deberes planteados por Estrada Palma: "... procurar que el gobierno de los Estados Unidos nos reconozca como beligerantes."4

Desconocer la labor diplomática desplegada por la delegación cubana en el transcurso de la guerra, reduciendo este intríngulis a las relaciones entre Estados Unidos y España, es soslayar una parte esencial, nada despreciable en el conjunto de factores que imbricados condujeron a la intervención. Desde el primer año de la guerra, las estructuras de la Delegación comenzaron a proyectarse activamente en encauzar los sentimientos del pueblo estadounidense hasta lograr una acción conjunta e invariable que impulsara al Congreso y al Gobierno del país a variar la política hostil anunciada por la administración Cleveland. 

Mucho se ha hablado acerca del papel de la "prensa amarilla" en la creación de estados de opinión favorables a la intervención de Estados Unidos, pero muy pocas veces se menciona el papel de la prensa cubana, ni de la Legación Cubana como fuentes y proveedores de información. Los reporteros norteamericanos acudían diariamente a la Legación a partir de las cuatro de la tarde, en busca de las últimas noticias recibidas desde la isla. A esa hora, Horacio Rubens o Gonzalo de Quesada los recibían y les ofrecían los materiales pertinentes. El "Club del Maní ", como se le llamó a estos encuentros, fue una de las variantes en la obtención de información por las cadenas publicistas. De las oficinas salían los reporteros con cartas de altos jefes militares cubanos, partes de guerra, noticias sobre la situación del conflicto en distintas partes del país, fotos del campo insurrecto y de sus más connotados líderes, declaraciones a favor de la independencia y esclarecimiento de hechos utilizados por la prensa proespañola para desacreditar la lucha de los cubanos. 8

Bartolomé Masó Márquez
Estas informaciones eran también solicitadas por algunos congresistas, quienes acudían a las oficinas de la Legación en busca de datos: "Los reporteros me tienen loco, pero es preciso darles material, precisaba Quesada a Estrada Palma en abril de 1896.9 Al mes siguiente, el Encargado de Negocios, quien junto a Rubens y a Albertini, constituían las verdaderas cabezas pensantes en las gestiones de la intervención, volvía a retomar el asunto, pero esta vez para quejarse al Delegado por la ausencia de noticias: "Hágame el favor de contestarme mis cartas y crea que a veces estoy ansioso porque no tengo noticias de lo que pasa que puede tener buen efecto aquí..."10 Esta preocupación sería reiterada en varias ocasiones: ... No me mandan nada, ya no hay aquí más argumentos de Rubens, ni folletos, ni impresos. Yo sentiría que por falta de datos no pudiéramos pelear mejor. Yo comprendo que Vd. está muy ocupado, pero a esto de Washington y a mis cartas deben atenderse...11

Sin dudas, la campaña publicista de la prensa cubana y principalmente de la prensa norteamericana a favor de la lucha de los cubanos, contribuyó a movilizar la opinión del pueblo estadounidense desde el mismo año 1895. 

Desde septiembre de 1895, fecha en que se estableció oficialmente la Delegación Plenipotenciaria , Quesada en compañía de Rubens, se las arreglaba para contactar con congresistas y figuras cercanas al presidente. El trabajo principal era averiguar los votos con los que se podía contar y los que serían hostiles, "debido a los grandes intereses que se mueven aquí en contra de la independencia de Cuba, y lo que tibios o indiferentes o neutrales podemos atraer a nuestro lado..."14

Múltiples eran los intereses que de una u otra forma se veían afectados por la guerra de liberación, y por una posible intervención a favor de los cubanos. El abogado de la Legación, Rubens, los resumía de la siguiente manera: 

Había banqueros internacionales en posesión de bonos españoles e hispano- cubanos. Habían banqueros americanos influidos por colegas extranjeros temerosos de que las condiciones cambiaran. Habían Grandes Hombres americanos inspirados por sus banqueros que mantenían los mismos puntos de vistas. El Secretario de Estado Olney se veía presionado por sus amigos de Nueva Inglaterra, propietarios de ingenios en Cuba, los que deseaban un inmediato cese de la Revolución o que, al menos, no se prestara ayuda alguna a la causa...23

La compra de la independencia sobre el tapete 


Ante tal oposición, la compra de la independencia comenzó a considerarse seriamente por los círculos de poderes, norteamericanos y cubanos. Sólo con dinero, aseguraba el senador Call a Quesada, el reconocimiento de la independencia podía ser un hecho antes del 15 de enero de 1897: “Dice que necesitaba sólo 50 millones de pesos que se pueden obtener en Londres, que así lo ha asegurado un banquero con quien está en comunicación”.31

José de Armas y Cárdenas
A mediados de 1896, había fracasado una iniciativa promovida por el cubano José de Armas y Cárdenas en Inglaterra, sobre bases similares. Desde 1894, Cárdenas, en función de agente financiero del Ayuntamiento de la Habana , entró en contacto con los banqueros Seligman Brothers. Según sus testimonios, para esa fecha se manejaba un plan conocido entre los grupos financieros londinenses, encaminado a proporcionar a España 300 millones de pesos a cambio de la concesión a Cuba de una autonomía similar a la que regía en Canadá. Aún cuando en la Península algunos políticos acogieron la propuesta, el plan de Maura abrió un compás de espera español, interrumpido por el inicio de la guerra de liberación. 

En 1896, el proyecto volvió a activarse, pero esta vez de acuerdo con Estrada Palma y sobre la base de la independencia de Cuba. Las proposiciones de Cárdenas fueron favorablemente acogidas por la directiva de una sucursal importante de la casa Seligman Brothers en Nueva York. Su ejecutivo se encargaría de formar un sindicato por la parte financiera, mientras el representante cubano sondeaba al gobierno español para conocer las posibilidades de éxito. 

En París, Cárdenas pudo entrevistarse con el Conde de Casa Miranda, muy conocido en el mundo por ser esposo de la cantante famosa Cristina Nilson, y en España por ser hombre de confianza del ministro Antonio Cánovas del Castillo, además de funcionar en esos momentos como Consejero de Estado. Gracias a sus favores, pudo salir con destino a Madrid a mediados de 1896 en el tren Sud-Express, portando un pasaporte español con el seudónimo de Manuel Martínez, comerciante de la Habana. 

Con la prolongación de la guerra y los efectos nefastos de la reconcentración, la idea de la intervención asumió matices más definidos por la directiva política en la Isla. Desde julio de 1896, el secretario de Relaciones Exteriores del Consejo de Gobierno, Rafael M. Portuondo, se encontraba en Estados Unidos “con un pliego de instrucciones reservadas”. De acuerdo al informe leído en reunión del Consejo, el enviado había practicado “cuantas gestiones diplomáticas pudo llevar a cabo cerca del gobierno de Estados Unidos”, y aunque no podía asegurar el resultado creía “que ese gobierno se inclinaría a favorecer la causa de Cuba”.34 En febrero del año siguiente era Salvador Cisneros Betancourt, presidente de la República en Armas, quien se dirigía a su sobrino Gonzalo de Quesada con proposiciones precisas: 

Estoy seguro, que aunque no todos, la mayor parte estarían dispuestos a pagar una indemnización y en esto podrían servir los buenos oficios del Gobierno de Washington interviniendo él y recabar del de España y la Diplomacia debe juzgar mucho por ver si se consigue y como no queremos sino lo equitativo y regular se podría apreciar la cantidad por medio de un Arbitro, idea sugerida por un “reporter” de “el World”.35

La idea de la indemnización no era nueva. No pocos banqueros, políticos y diplomáticos norteamericanos acariciaban semejante negocio, siempre y cuando los bonos emitidos para el pago fuesen garantizados por Estados Unidos o mediante un empréstito levantado en ese país que conduciría a una anexión inevitable de la isla dada la imposibilidad de soportar la deuda. Asimismo, la política de McKinley ante la presión popular y del Congreso, y luego de la confirmación de la crítica situación antillana, mediante los informes de su enviado William J. Calhoun, fue la misma que tradicionalmente sustentaron distintos gabinetes presidenciales y la que, de hecho, había quedado en suspenso durante los meses finales de la administración Cleveland: la compra de la Isla.36

Otro motivo más para que esta variante interventora fuera priorizada por los miembros de la Delegación. Para ello fue concebido un gran proyecto financiero, suscrito en agosto de 1897, entre Samuel Janney, miembro de la firma bancaria Chrysty and Janney de Nueva York y el abogado y financiero John Mc. Cook, de la firma Alexander and Green y amigo de McKinley, con el Delegado Estrada Palma, en representación de la república cubana en armas. 

El propósito del contrato, según su primer artículo, consistía en "llevar a efecto un plan para comprar a España la isla de Cuba..." Por medio de este acuerdo, Janney recibiría de los cubanos 150 millones de pesos en bonos al 4%, cuyos intereses se pagarían semestralmente, mientras que el monto principal sería saldado en el plazo de 50 años. El pago debía ser hecho en oro norteamericano de ley, peso y calidad entonces vigente o en su similar español del mismo valor. Se disponía, igualmente, que en la primera quincena de cada mes la república de Cuba depositara en la tesorería de Washington la mitad del importe total de los ingresos que por concepto de derecho de aduanas se recaudaban el mes anterior.37

No es posible precisar la cifra que estaría destinada a indemnizar a España por la pérdida de su soberanía sobre Cuba, pero lo cierto es que el "sindicato de compradores de voluntades", como calificara Portell Vilá a Janney y a sus asociados, manejarían cuantiosa suma dirigida a influir en periodistas, políticos, banqueros y hombres influyentes a favor de la independencia de Cuba, mediante una compraventa en la que Estados Unidos intervendría en calidad de mediador. 

Rafael Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía
El contrato fue bien acogido en el seno del Consejo, presidido ahora por el general Bartolomé Masó y Marques, siempre y cuando sus términos no comprometieran en lo político ni en lo económico el porvenir de la república. Los argumentos eran similares a los que meses antes comunicaba el Marques de Santa Lucía al Encargado de Negocios en Washington: 

... Es de conveniencia absoluta e innegable evitar la prolongación de una lucha que cuesta ya la vida a una parte considerable de la población cubana y que de día en día lleva a la isla de Cuba a la ruina completa de sus propiedades, a la muerte de sus industrias todas y al aniquilamiento de sus relaciones mercantiles...38

Tanto los independentistas cubanos como los españoles rechazaron la propuesta de armisticio y el posterior ofrecimiento unilateral del fin de las hostilidades por la Metrópoli. La presión republicana sobre McKinley se recrudecía y el camino a la intervención directa o militar, como última variante, quedaba expedito en la búsqueda de lo que, por otras vías, anhelaba el presidente: controlar la Isla, sueño de un siglo postergado en espera paciente, consciente de las oportunidades que esta ofrecía para afirmar la presencia y el comercio de Estados Unidos en el Extremo Oriente y en las Islas del Pacífico. Los días del colonialismo español en Cuba estaban contados.

Notas y Citas

1José Martí: "Bases del Partido Revolucionario Cubano", 14 de marzo de 1892, en: Centro de Estudios Martianos (CEM): Obras Escogidas , t . III, La Habana , 1992, pp. 26-27.
2 José Martí: Carta a los presidentes de los clubes del P.R.C. en el Cuerpo de Consejo de Cayo Hueso, Nueva York, 13 de mayo de 1892, en: CEM: Epistolario , t.III, La Habana , 1993, p.96.
3 Idem.
4 Tomás Estrada Palma: Carta a Máximo Gómez, Nueva York, 12 de julio de 1895, en Archivo Nacional de Cuba (ANC): Fondo Máximo Gómez , Leg. 8, Nº1071.
5 Véase de Salvador Morales: Espacios en disputa. México y la independencia de Cuba . México. 1998.
6 Los informes de Quesada a Estrada Palma sobre sus gestiones en México pueden verse en el ANC: Fondo Delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York (PRC): Caja 144, Nº 17001.
7 Rafael María de Labra: Aspecto internacional de la cuestión de Cuba, Madrid, 1900, p. 84. Más información puede verse de Sergio Guerra, "La revolución independentista de Cuba y la Guerra de 1895 desde la perspectiva de América Latina". (Ponencia presentada en el evento "1898: Naciones emergentes y transición imperial". Junio (1994).
8 Adoptó el nombre de Club del Maní por ser este el producto que se les obsequiaba a los periodistas que asistían a las reuniones. Tomado de Horacio Rubens:Libertad, Cuba y su Apóstol , La Habana , 1956.
9 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma, Washington, 7 de abril de 1896, en ANC: Fondo PRC , Caja 144, Nº 17,017.
10 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma, Washington, 23 de marzo de 1896, en Correspondencia diplomática de la Delegación cubana en Nueva York durante la Guerra de Independencia de 1895 a 1898 , t. IV, La Habana , 1943-1946, p.51.
11 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma. Washington, 19 de enero de 1898, en Idem, p.121.
12 Patria , Nueva York, 30 de octubre de 1895.
13 B.H. Portuondo: Carta a Estrada Palma. Illinois, 26 de octubre de 1897, en ANC: Fondo PRC , Caja 76, Nº 13,233.
14 Horacio Rubens y Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma, 15 de septiembre de 1895, en Correspondencia diplomática de la Delegación Cubana en Nueva York durante la Guerra de Independencia de 1895 a 1898 , t. IV, La Habana , 1943-1946, pp. 27.
15 Horacio Rubens: Ob. Cit ., pp. 75-76.
16 Horacio Rubens y Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma, 15 de septiembre de 1895, en: Correspondencia diplomática... pp. 27-28.
17 El 28 de febrero de 1896, el Congreso de Estados Unidos reconocía por primera vez la existencia del "estado de guerra entre el Gobierno de España y el Gobierno proclamado y desde hace tiempo sostenido por la fuerza de las armas del pueblo de Cuba". En la declaración oficial se aludía también a la estrecha neutralidad que entre las partes contendientes debía mantener Washington. Véase de Juan Guiteras: "The U.S. and Cuba", Filadelfia, 1895, en ANC: Fondo PRC , Caja 69-X.
18 Richard Olney: Carta a Dupuy de Lome, 4 de abril de 1896, en Lorenzo Portillo: Un próximo porvenir , La Habana , 1899, pp. 2-5.
19 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma, 1 de diciembre de 1896, en: Correspondencia diplomática..., p.180.
20 Herminio Portell Vilá: Historia de Cuba en sus relaciones con los Estados Unidos y España, La Habana , 1939, p.180.
21 Rafael María Merchán: "El azúcar", en Patria, Nueva York, 2 de octubre de 1895.
22 J. Monzon Aguirre: Carta a Estrada Palma, Boston, 23 de enero de 1897, en ANC: Fondo PRC , Caja 69, Nº 12,927.
23 Horacio Rubens: Ob. cit ., p.74.
24 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma, 1 de febrero de 1897, en: Correspondencia diplomática... , p.97.
25 Claude Julien: El imperio norteamericano , La Habana , 1970, pp. 85-86.
26 Tomado de Leland Jenks: Nuestra colonia de Cuba , Buenos Aires, p.78.
27 B.H. Portuondo: Carta a Tomás Estrada Palma, Illinois, 29 de mayo de 1897, en ANC: Fondo PRC , Caja 76, Nº 13,228.
28 En Columbus, Pierra contactó con la Liga Cubano-Americana de esa ciudad, presidida por el coronel retirado del ejército federal, James Kilbourne y el bibliotecario Charles Galbreath. Por medio de estos individuos tenía acceso al Capitolio e interactuaba con funcionarios del ejecutivo del estado. El Porvenir . Nueva York, 24 de enero de 1897. Véase también las cartas de Monzón Aguirre a Tomás Estrada Palma en el ANC: Fondo PRC , Caja 69.
29 Idem.
30 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma. Washington, 10 de febrero de 1897, en: Correspondencia diplomática... , p. 93.
31 Gonzalo de Quesada: Carta a Estrada Palma. Washington, 6 de diciembre de 1896, en ANC: Fondo PRC , Caja 144, Nº 17,019.
32 José de Armas y Cárdenas: “La perfidia española ante la revolución cubana”, Nueva York. 1896, en ANC: Fondo PRC , Caja 69-I.
33 Sobre la política de Cánovas, véase de Antonio Elorza y Elena Fernández Sandoica: La Guerra en Cuba (1895-1898). Historia política de una derrota colonial , Madrid, 1998.
34 Acta del Consejo de Gobierno, San Blas, 31 de julio de 1896, en: Joaquín Llaverías y Emeterio Santovenia: Actas de las Asambleas de Representantes y del Consejo de Gobierno durante la Guerra de Independencia , t. III, La Habana , 1928-1933.pp. 141-142.
35 Salvador Cisneros Betancourt: Carta a Gonzalo de Quesada, 5 de febrero de 1897, en Correspondencia diplomática... t. V., p.4.
36 A finales de febrero de 1897, Cleveland citó al abogado Frederick R. Coudert y le pidió que llevara a cabo las negociaciones de compra. Coudert se excusó, alegando, entre otras razones, la proximidad de la fecha en que debía asumir la presidencia William McKinley. Véase de Ramiro Guerra: La expansión territorial de los Estados Unidos, a expensas de España y de los países hispanoamericanos , La Habana , 1973, pp. 329-330.
37 Los términos del contrato pueden verse en el Acta del Consejo de Gobierno. La Esperanza , 10 de diciembre de 1897, en: Joaquín Llaverías: Ob. cit ., t.III, p.68.
38 Idem ., p. 71.
39 Mensaje presidencial, 6 de diciembre de 1897, en: Lorenzo Portillo: Ob. cit ., p.49.
40 Horacio Rubens: Ob. cit ., p. 290. 




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